AJUAR DE MARÍA SANTISÍMA DE LA SALUD: RAMA DE OLIVO

Para la bendición de María Santísima de la Salud el 20 de noviembre del año 2010, la Hermandad recibió numerosos regalos. Abrimos aquí un capitulo de entradas que nos mostrarán el ajuar que ha adquirido a los largo de estos cinco años y que podemos admirar en el museo de la Casa Hermandad.


Una hermana de nuestra corporación tuvo a bien regalar a nuestra titular una rama de olivo para que la portase entre sus dedos. Esta rama compuesta por frutos a dos colores verdes y morados (aventurinas)  basada en un diseño del malagueño Francisco Santa Cruz, está realizada por Manuel Fenoll Pérez en plata en su color y en las raíces de sus hojas, la plata aparece con patina oscura (envejecida) y en su tronco inferior sale una abrazadera para asirla a la muñeca de la Señora.

El olivo esta claramente vinculado con nuestra Hermandad ya que el misterio que representa nuestro paso, es el prendimiento de Jesús en el huerto de los olivos.

La simbología del olivo en la iglesia, la misericordia de Dios se manifiesta en su imparcialidad y en que proveerá la resurrección. El apóstol Pablo se valió del olivo para ilustrar cómo muestra Jehová misericordia a la gente, sin tomar en cuenta su raza u origen. Los judíos se habían enorgullecido durante siglos de ser el pueblo escogido de Dios, ‘la prole de Abrahán’ (Juan 8:33; Lucas 3:8).

Nacer dentro de la nación judía no era en sí un requisito para obtener el favor de Dios. No obstante, los primeros discípulos de Jesús fueron judíos, y tuvieron el privilegio de ser los primeros seres humanos a quienes Dios escogió para constituir la prometida descendencia de Abrahán (Génesis 22:18; Gálatas 3:29). Pablo comparó a los discípulos judíos con las ramas de un olivo simbólico.

La mayoría de los judíos de nacimiento rechazaron a Jesús, y de ese modo ellos mismos se incapacitaron para ser futuros miembros del “rebaño pequeño”, o “Israel de Dios” (Lucas 12:32; Gálatas 6:16). Así, se asemejaron a ramas de olivo simbólicas que hubiesen sido cortadas. ¿Quiénes ocuparían su lugar? En el año 36 E.C. se escogió a gentiles para que formaran parte de la descendencia de Abrahán. Fue como si Jehová hubiese injertado ramas de acebuche en un olivo cultivado. Entre los que compondrían la descendencia prometida de Abrahán habría gente de las naciones. Los cristianos gentiles llegarían a ser entonces ‘partícipes de la raíz de grosura del olivo’ (Romanos 11:17).

Para un agricultor sería inconcebible y “contrario a la naturaleza” injertar una rama de acebuche en un olivo cultivado (Romanos 11:24). “Injerta lo bueno en lo silvestre y, como dicen los árabes, vencerá a lo silvestre —explica la obra The Land and the Book—, pero no se puede invertir el proceso con buenos resultados.” Los cristianos de procedencia judía se asombraron así mismo cuando Jehová “por primera vez dirigió su atención a las naciones para sacar de entre ellas un pueblo para su nombre” (Hechos 10:44-48; 15:14). Esa fue una señal clara de que la realización del propósito de Dios no dependía de ningún país. No, pues “en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hechos 10:35).

Pablo indicó que tal como las “ramas” judías infieles del olivo habían sido desgajadas, podría serlo todo aquel que no permaneciera en el favor de Dios debido al orgullo y la desobediencia (Romanos 11:19, 20). Esto sin duda ilustra que nunca debe darse por sentada la bondad inmerecida de Dios (2 Corintios 6:1).



Un “olivo frondoso en la casa de Dios” 
En vista de los puntos anteriores, no sorprende que a los siervos de Dios pueda asemejárseles a olivos. David deseaba ser como un “olivo frondoso en la casa de Dios” (Salmo 52:8). Igual que las familias israelitas solían tener olivos alrededor de sus casas, David deseaba estar cerca de Jehová y producir frutos para Su alabanza (Salmo 52:9). 
El reino de dos tribus de Judá fue como un “olivo frondoso, bello de fruto y de forma”, mientras se mantuvo fiel a Jehová (Jeremías 11:15, 16). Pero el pueblo de Judá perdió esa privilegiada posición cuando ‘rehusó obedecer las palabras de Jehová y anduvo tras otros dioses’ (Jeremías 11:10). 
Para ser un olivo frondoso en la casa de Dios, debemos obedecer a Jehová y estar dispuestos a aceptar la disciplina, mediante la cual se nos “poda” para que llevemos más fruto cristiano (Hebreos 12:5, 6). Además, igual que a un olivo natural le hacen falta raíces extensas para sobrevivir a las sequías, nosotros hemos de reforzar nuestras raíces espirituales a fin de aguantar pruebas y persecución (Mateo 13:21; Colosenses 2:6, 7). 
El olivo simboliza bien a los cristianos fieles, que pueden ser desconocidos para el mundo, pero a quienes Dios reconoce. Si esas personas mueren en este sistema, vivirán otra vez en el nuevo mundo venidero (2 Corintios 6:9; 2 Pedro 3:13). 
El olivo, árbol prácticamente indestructible que da fruto un año tras otro, nos recuerda esta promesa de Dios: “Como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal” (Isaías 65:22). Esa promesa profética se cumplirá en el nuevo mundo de Dios (2 Pedro 3:13)

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