ANTE EL FINAL DEL AÑO LITÚRGICO.

 Al estar terminando el año litúrgico, las lecturas de los últimos domingos nos hablan no sólo del final del tiempo histórico, sino que nos plantean el comienzo del tiempo de reinado de Dios con la venida del Hijo glorificado.

El Dios que se ha revelado en Jesucristo es un Dios que quiere y ama la vida, la dignidad y la dicha plena del ser humano. Todo queda en sus manos. Él tiene la última palabra. Un día cesarán los llantos y el terror y reinará la paz y el amor.

Mientras tanto, nosotros aquí en la tierra, parece que estamos empeñados en destruir nuestra casa común, la tierra, haciéndola inhabitable por el miedo, la injusticia y los odios por motivos culturales, raciales, religiosos y diferencias ideológicas.

Un miedo paralizador se está extendiendo por toda Europa. La cadena de actos terroristas en la pasada noche del día 13, viernes, en París, está llenando de miedo e inseguridad da la vieja Europa de la fe cristiana y de los Derechos Humanos, fundamentados en el evangelio de Jesús.


Al grito de "alá es grande" comienza el ataque sangriento, que cubre de dolor a la ciudad de París y a Europa entera, incluso al mundo civilizado. Noche de pánico y de lágrimas en París, que a nadie deja indiferente. ¡¡Matar en nombre de Dios!! ¡Qué blasfemia! ¿Quién puede creer que Dios quiere lo que los hombres, envenenados de odio, quieren?

¿Cómo podemos concebir que el Dios del amor y de la misericordia, que nos ha enviado a su Hijo para iluminar y salvar al hombre, pueda llenarse de gozo ante el fanatismo de unos pocos locos, envenenados por el odio, que están dispuestos a destruir a quienes no piensan ni son como ellos?

La "razón" se está oscureciendo. El "sol de la verdad" está dejando de iluminar el corazón y las mentes de muchos hombres y mujeres de nuestra tierra; la bondad, no resplandece.

El corazón de muchos hombres y mujeres se reseca y no pueden brotar las semillas de amor fraterno, que Dios ha infiltrado en nuestros corazones.

Demasiadas víctimas inocentes están sembrando la tierra de sangre, dolor y llanto. Jesús debe venir de nuevo a nuestra sociedad para "SANAR" tantos corazones enfermos de odio. ¿Quién puede curar este cáncer social tan extendido ya por todo el cuerpo de nuestra tierra?

Solo Dios puede curar este mundo. Solo Dios puede curar tantas heridas, causadas por el pecado.Sólo Dios puede hacer un mundo nuevo en el que nos respetemos, nos ayudemos y nos tratemos con amor fraterno.

Hoy, más que nunca, nos avergonzamos de nuestra condición humana, mejor, inhumana. No nos explicamos cómo podemos ser los hombres y mujeres tan perversos.



A PESAR DE TODO. EL MUNDO ESTÁ EN BUENAS MANOS.

Podemos confiar en nuestro Dios y creador. Aunque el mundo se quede a oscuras y los astros dejen brillar, no se apagará la historia de la humanidad ni nuestras esperanzas. Somos suyos y estamos hechos para vivir con Él por toda la eternidad. El mensaje de Jesús en este domingo no es de temor y angustia, sino de esperanza.

Ciertamente estamos como en un invierno y no es hora de cosechar, pero el labrador no deja de preparar la tierra para una primavera feliz. En gran parte, el éxito de la cosecha del labrador depende del trabajo realizado en el invierno cuando todo parece muerto y falto de vida.

En este invierno de ausencia de "valores", recemos y trabajemos para que un día despiertan y podamos ser más felices.


Carta de D. Francisco Romero extraído de "La Hoja de Mi Parroquia - 385"
Parroquia Ntra. Sra. de los Ángeles - Ciudad Real
Domingo 33-B del tiempo Ordinario.

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