LA CUARESMA EN EL AÑO DE LA FE


La Cuaresma en el Año de la Fe
Carta de Nuestro Obispo



Pasados, si es que no se prolongan, los Carnavales más allá del primer domingo de Cuaresma –en esto sí que no seguimos las tradiciones– el próximo miércoles ya es el de Ceniza. Deberemos estar atentos a la voz del Papa que, siguiendo su costumbre, nos escribe su Mensaje a toda la Iglesia, nos escribe a todos los países, pues en todos está presente la Iglesia de Jesucristo por la presencia de un mayor o menor número de fieles.

Ya nos ha anunciado su pensamiento en el Mensaje de primero de año, uniendo fe y caridad como las dos virtudes que, regaladas por Dios a los hombres, son la base para mantener la esperanza y para ser esperanza para muchos que no encuentran motivos para ver el futuro con optimismo.

Siempre es la Cuaresma tiempo para pedir a Dios la fuerza de su misericordia para convertir nuestra vida del egoísmo del pecado a la generosidad de la Gracia. De nuevo la fe en Dios, que existe antes de que nosotros le afirmemos con el acto de fe, nos obtiene de Dios Padre la capacidad de regenerar la vida. En efecto,
es Jesucristo el que ha dado a su Iglesia la capacidad de perdonar, pero no en el sentido de no tener en cuenta, sino en el de poder comunicar la vida de Jesucristo –Hijo de Dios y Hombre verdadero– que nos hace crecer como nuevas criaturas hacia la plenitud humana y divina desde nuestra condición de hijos de adopción por el bautismo.

La Cuaresma es tiempo de Gracia, decimos que es tiempo que se prologa en los cuarenta días para ir madurando decisiones e ir adquiriendo hábitos. Es San Juan de Ávila el que nos advierte que la santidad no se logra con la vocación a la vida cristiana, pues esta es un comienzo que hay que continuar en el tiempo. Deberemos profundizar en la llamada que Dios nos hace a la purificación de nuestras faltas y pecados. Llamada en la Palabra de Dios que escucharemos con más frecuencia, llamada desde la participación en la vida de la comunidad: charlas cuaresmales, conferencias, triduos de las Hermandades, llamada en la celebración de los sacramentos: Confesión y Eucaristía y llamada desde las necesidades de los más pobres.

En esta Cuaresma del Año de la fe ha de estar más unida, si cabe, la fe y la caridad. Ciertamente es el Señor
el que nos pregunta como a Caín ¿donde está tu hermano? Es la fe la que nos ha de llevar a parecernos a
Jesucristo que nos enseña a ayunar de todo aquello que nos deshumaniza. Es la fe en el Señor la que nos invita a «dadles vosotros de comer», a compartir bienes y dones con los que nada tienen. A la vez es la Caridad, el amor de Dios el que purifica nuestra fe de todas las adherencias que se le pueden haber pegado a lo largo del tiempo, pues, os lo aseguro, viendo todo lo que nos queda por hacer, todo lo que solicitan de nosotros los transeúntes, sin techo, los drogodependientes a los que todos vuelven la espalda... necesariamente fortalecen nuestra fe, pues nos queda la oración, la confianza en que Dios no los va a abandonar y nosotros sí que nos parecerá bien abandonar lo que San Juan de Ávila llama devocioncillas y gustillos que despistan del amor a Dios y a los hermanos exigiendo de nosotros la trasparencia necesaria para que Jesucristo manifieste su amor en nosotros como lo hizo con todos los tirados al borde del camino, excluidos de la mesa común.

Os hago una especial llamada de atención sobre lo que llamamos “El Signo solidario”. El compromiso adquirido por la Diócesis con los transeúntes y los drogodependientes. Este año deberemos asegurar el presupuesto para el resto del año, pues, de lo contrario, nos los encontraremos de nuevo en la calle.

Buena Cuaresma que nos permita celebrar gozosos la alegría de la Pascua de Resurrección.

Vuestro obispo,
D. Antonio Algora

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