COFRADES DE BUENA VOLUNTAD



Muchos me preguntan a qué espécimen social me refiero, cuando echo mano de esta expresión. Mi respuesta ha sido siempre sincera y clara. El cofrade de buena voluntad es aquel que ve el panorama desde su estatura, no desde la altura en la que sus titulares contemplan al espectador en su altar o encima del paso de misterio. Quizás por ello, entre tanto fariseísmo, lapidación ajena y alabanzas envenenadas, frecuentes en su entorno, el cofrade de buena voluntad sea el que mantiene la cabeza sobre sus hombros, los pies en la tierra y la mente despejada.

Son muchos los años que me avalan dentro del mundo cofrade, y siempre he llegado a la conclusión de que este tipo de cofrades de buena voluntad no sólo muestran una gran honradez en su labor, sino también una educación heredada bien de su gusto por el arte, bien de su espíritu de hermandad, o bien de su desmedido afán por conocer, lo cual lleva consigo habitualmente un desmedido afán por el respeto.

Estos hombres y mujeres, por lo general perspicaces, brillantes en lo que emprenden y coherentes en sus decisiones, son lamentablemente una minoría en muchos lugares donde se ven incomprendidos, cuando no arrinconados, por quienes se han hecho abanderados del Paletismo. o olvidado. Al cofrade de buena voluntad no le gusta la manipulación para convencer y utiliza su cultura y su buen entendimiento para hacer pensar, reflexionar y, de paso, disfrutar.

Quizás lo mejor de este tipo de cofrade, es que transmiten a sus hermanos su forma de estar, pese a que en algunos casos las cabras siempre tiren al monte. Suelen ser también gente que valen para todo y con la que es difícil aburrirse. A un servidor, por lo menos, su lucidez y honestidad le llevan de calle, y no puede sacar otra conclusión que, si el resto de loS cofrades pensara como ellos, aunque fuese al 50 por ciento, todos comprenderíamos mejor, que no se puede ser un buen cofrade sin ser antes una buena persona.

Comentarios